Aún cuando mi alma navega a mucha distancia de ti, recogiendo el aparejo para sortear temporales que la arrastran al fondo y mantienen a flote a duras penas, quiero que sepas que me da fuerza sentirte esperando en la distancia, como siempre, preocupada e impotente con la vista perdida en la lejanía, como si intentaras calmar las aguas para que mi barco llegue a donde está la luz del hogar, donde estás tú.
Y no es tarea fácil. Me está costando mucho esfuerzo gobernar el timón en este temporal por el que estoy cruzando, pero veo tu luz entre la lluvia, cálida y tenue, como un faro lejano en el horizonte, y hago lo posible para no perderla de vista pase lo que pase, porque sé que ella me guía hacia un lugar donde hallaré resguardo.
Y pienso que mi único deseo es llegar, para golpear con mis nudillos la puerta de casa y que al abrirse aparezcas tú.
miércoles, 11 de junio de 2014
sábado, 31 de mayo de 2014
Banco rosa
Aquí he pasado tantas horas contemplando el horizonte, o leyendo algún libro, que ahora que queda poco para irme, sin saber cuándo el destino me traerá de vuelta, tengo pena de separarme de ti. Te voy a echar de menos, banco rosa de Mogor.
miércoles, 14 de mayo de 2014
Crepúsculo
Ojalá muchos días fueran así. Contemplando la puesta de sol sin prisa, sin teléfono.
Hasta sentir el frescor que trae la noche tocando la piel.
Hasta sentir el frescor que trae la noche tocando la piel.
domingo, 30 de marzo de 2014
Tren
"No hay dos viajes iguales, porque no hay dos personas que disfruten de las mismas sensaciones."
Eso he escuchado en más de una ocasión. Por eso cuando me subo a un tren, me quedo embobado contemplando paisajes y gentes a través del cristal.
Sentado, sintiendo el traqueteo de la velocidad vibrando en la espalda. Parar en estaciones perdidas o en otras abarrotadas de gente. Arrancar de nuevo y sentir acelerar.
Me encanta el tren.
Cuando tengo ansiedad, cuando me agobio, mi brújula que siempre me ha indicado el norte, como si supiera de la pasta de la que estoy hecho, me sugiere: -"en el término medio está la virtud".
Y yo pienso con mi rumbo perdido, que a todos nos vendría bien tener una dosis de eso en los tiempos que corren.
Y es que en el tren da tiempo a pensar para reconducir muchas situaciones que nos complican la vida porque nosotros mismos las complicamos. Quizás sea por eso que me gusta tanto el tren....
Sentado, sintiendo el traqueteo de la velocidad vibrando en la espalda. Parar en estaciones perdidas o en otras abarrotadas de gente. Arrancar de nuevo y sentir acelerar.
Me encanta el tren.
Cuando tengo ansiedad, cuando me agobio, mi brújula que siempre me ha indicado el norte, como si supiera de la pasta de la que estoy hecho, me sugiere: -"en el término medio está la virtud".
Y yo pienso con mi rumbo perdido, que a todos nos vendría bien tener una dosis de eso en los tiempos que corren.
Y es que en el tren da tiempo a pensar para reconducir muchas situaciones que nos complican la vida porque nosotros mismos las complicamos. Quizás sea por eso que me gusta tanto el tren....
viernes, 21 de marzo de 2014
En pocas palabras
"-Qué país más raro este. La clase obrera no tiene obras, la clase media no tiene medios, y la clase alta no tiene clase"
Escuchado en la radio.
Escuchado en la radio.
jueves, 20 de marzo de 2014
Equinoccio de primavera
Hoy a las 17:00 hora oficial de España, se ha producido el Equinoccio de primavera en el hemisferio Norte, y por tanto, el de otoño en el hemisferio Sur, dando lugar al comienzo de la primavera por estos lares.
Hoy la eclíptica ha coincidido con el ecuador, y por tanto, el día y la noche duran lo mismo, además de que el sol ha salido y se ha puesto francamente por el Este y Oeste respectivamente.
Me encantan estas pautas anuales, siempre estoy pendiente de los solsticios y equinoccios y además los celebro a mi manera, como lo han celebrado muchísimas culturas a lo largo de miles de años y que en la actualidad, en el occidente informatizado y tan falto de alma se ha olvidado.
Pero hoy ha sido para mi algo especial. Porque he ido a los restos del poblado celta de "A Subidá" y después a los petroglifos de Mogor. Desde allí he contemplado la puesta de sol del equinoccio de primavera sobre el Océano Atlántico en demora 270º(Oeste).
Siempre que visito los restos de un poblado de la edad de hierro pienso en su forma de vida. Me imagino a los pobladores cazando, pescando o recolectando y pienso en la importancia que tendría para ellos el sol y las estaciones para la siembra, recolección y en definitiva, para poder subsistir.
Pero lo que más me atrae de todo esto son los petroglifos. Nadie tiene claro aún qué son en realidad. Guardan un secreto al igual que Stonehenge. Pero un profesor de matemáticas de Vigo llamado Juan Luis Galovart, ha sacado a la luz la teoría de que los petroglifos son cartas astronómicas talladas en la piedra hace por lo menos 4.000 años. En el caso de los petroglifos de Mogor, ha detectado que indican los equinoccios.
Así que estar ahí, sentado en esa roca que tiene dibujos tallados hace tantos miles de años, contemplando la puesta de sol del equinoccio de primavera, me ha hecho sentir algo especial.
Y por supuesto, a todos los que pasen por aquí les recomiendo la visita.
Os dejo unas fotos del lugar:
Hoy la eclíptica ha coincidido con el ecuador, y por tanto, el día y la noche duran lo mismo, además de que el sol ha salido y se ha puesto francamente por el Este y Oeste respectivamente.
Me encantan estas pautas anuales, siempre estoy pendiente de los solsticios y equinoccios y además los celebro a mi manera, como lo han celebrado muchísimas culturas a lo largo de miles de años y que en la actualidad, en el occidente informatizado y tan falto de alma se ha olvidado.
Pero hoy ha sido para mi algo especial. Porque he ido a los restos del poblado celta de "A Subidá" y después a los petroglifos de Mogor. Desde allí he contemplado la puesta de sol del equinoccio de primavera sobre el Océano Atlántico en demora 270º(Oeste).
Siempre que visito los restos de un poblado de la edad de hierro pienso en su forma de vida. Me imagino a los pobladores cazando, pescando o recolectando y pienso en la importancia que tendría para ellos el sol y las estaciones para la siembra, recolección y en definitiva, para poder subsistir.
Pero lo que más me atrae de todo esto son los petroglifos. Nadie tiene claro aún qué son en realidad. Guardan un secreto al igual que Stonehenge. Pero un profesor de matemáticas de Vigo llamado Juan Luis Galovart, ha sacado a la luz la teoría de que los petroglifos son cartas astronómicas talladas en la piedra hace por lo menos 4.000 años. En el caso de los petroglifos de Mogor, ha detectado que indican los equinoccios.
Así que estar ahí, sentado en esa roca que tiene dibujos tallados hace tantos miles de años, contemplando la puesta de sol del equinoccio de primavera, me ha hecho sentir algo especial.
Y por supuesto, a todos los que pasen por aquí les recomiendo la visita.
Os dejo unas fotos del lugar:
Castro de A subidá |
Servidor en el castro |
Petroglifos de Mogor |
Dibujos de los petroglifos |
Lineas de equinoccio de los últimos 4.000 años |
Alineamiento de la sombra de los bastones con los dibujos |
Lineas de equinoccios |
miércoles, 19 de marzo de 2014
Playa en Invierno
Esta tarde he paseado hasta el atardecer a lo largo de una playa del sur de Galicia.
No había nadie por allí, tan sólo yo y mis pensamientos en aquel bello lugar.
Y mientras dejaba las huellas de mis zapatos en la arena, pensaba en lo distinto que es pasear por la playa en verano que en invierno.
Es hermoso pasear en verano, en bañador con los pies en el agua, dejando que el sol nos caliente la piel y sintiendo la brisa perfumada por el olor salado del mar, contemplando un rojizo atardecer y sintiendo como a medida que cae la noche la arena se vuelve más fría. Pero también es hermoso pasear por la playa en invierno, con el agua salitrosa impregnándonos la piel que se encarga de enfriar el viento marino, el cielo de color turquesa…atardeciendo…
Se agolpan tantos recuerdos en mi mente....
Recuerdo cuando tenía 12 años, las tardes de domingo en otoño e invierno nos íbamos con las bicicletas por las playas del Pedrido y Miño. Siempre encontraba algún tesoro, alguna concha que la arena había descubierto, caracolas vacías, piedras redondeadas por el paso del tiempo o cristales de colores erosionados por el agua hasta convertirlos en los objetos más preciosos.
Tesoros arrastrados de las profundidades, testimonios de la vida bajo litros de agua salada que yo recogía y guardaba como si de la joya más cara se tratase. La playa en invierno era algo precioso y mágico. Solíamos escribir nuestros nombres en la arena y nombres de chicas envueltos en corazones mientras las olas de la pleamar se ocupaban de borrarlos, o robarlos a las profundidades, como me contaba mi amigo Rober.
Y recuerdo sentir la felicidad, sentado en las rocas con todos esos tesoros metidos dentro de una bolsa de plástico, a los que muchos no darían importancia al verlos tirados en la arena o flotando en el agua, pero que eran nuestros y de nadie más.
Hoy mientras paseaba por la playa, sonreía melancólicamente al acordarme de todo aquello, y de las sensaciones que sentía por entonces, y es que la playa en invierno tiene un encanto diferente.
No había nadie por allí, tan sólo yo y mis pensamientos en aquel bello lugar.
Y mientras dejaba las huellas de mis zapatos en la arena, pensaba en lo distinto que es pasear por la playa en verano que en invierno.
Es hermoso pasear en verano, en bañador con los pies en el agua, dejando que el sol nos caliente la piel y sintiendo la brisa perfumada por el olor salado del mar, contemplando un rojizo atardecer y sintiendo como a medida que cae la noche la arena se vuelve más fría. Pero también es hermoso pasear por la playa en invierno, con el agua salitrosa impregnándonos la piel que se encarga de enfriar el viento marino, el cielo de color turquesa…atardeciendo…
Se agolpan tantos recuerdos en mi mente....
Recuerdo cuando tenía 12 años, las tardes de domingo en otoño e invierno nos íbamos con las bicicletas por las playas del Pedrido y Miño. Siempre encontraba algún tesoro, alguna concha que la arena había descubierto, caracolas vacías, piedras redondeadas por el paso del tiempo o cristales de colores erosionados por el agua hasta convertirlos en los objetos más preciosos.
Tesoros arrastrados de las profundidades, testimonios de la vida bajo litros de agua salada que yo recogía y guardaba como si de la joya más cara se tratase. La playa en invierno era algo precioso y mágico. Solíamos escribir nuestros nombres en la arena y nombres de chicas envueltos en corazones mientras las olas de la pleamar se ocupaban de borrarlos, o robarlos a las profundidades, como me contaba mi amigo Rober.
Y recuerdo sentir la felicidad, sentado en las rocas con todos esos tesoros metidos dentro de una bolsa de plástico, a los que muchos no darían importancia al verlos tirados en la arena o flotando en el agua, pero que eran nuestros y de nadie más.
Hoy mientras paseaba por la playa, sonreía melancólicamente al acordarme de todo aquello, y de las sensaciones que sentía por entonces, y es que la playa en invierno tiene un encanto diferente.
sábado, 1 de febrero de 2014
Vaso de té
El sábado pasado, en una tetería cerca de Tanger, pedí un té.
Al rato vino una mujer mora con la bandeja de pastas y la tetera humeante.
Como es tradición, una vez servido el primer vaso, lo vuelve a echar dentro de la tetera.
Yo la miro y ella me dice:
-Aquí decimos que el primer vaso es suave como la vida, el segundo es dulce como el amor y el tercero es amargo como la muerte.
Y no sé si fueron sus palabras dentro de mi cabeza, o ese aroma que desprendía. Pero tras tomarme los tres vasos, me sentí reconfortado.
Al rato vino una mujer mora con la bandeja de pastas y la tetera humeante.
Como es tradición, una vez servido el primer vaso, lo vuelve a echar dentro de la tetera.
Yo la miro y ella me dice:
-Aquí decimos que el primer vaso es suave como la vida, el segundo es dulce como el amor y el tercero es amargo como la muerte.
Y no sé si fueron sus palabras dentro de mi cabeza, o ese aroma que desprendía. Pero tras tomarme los tres vasos, me sentí reconfortado.
martes, 31 de diciembre de 2013
Lost in Translation
¿Quién no se ha sentido alguna vez como Bill Murray en la película "Lost in Translation"? La película muestra muchas situaciones típicas en las que uno se pierde en los tópicos de un país del que desconoce sus costumbres. En el caso de la peli en cuestión, el personaje que interpreta Bill Murray se encuentra en Japón y se siente muchas veces perdido en esas situaciones raras.
El caso es que me han llegado un par de fotos de las representaciones que suelen hacer los niños en sus colegios todos los años por Navidad aquí en España.
En ellas, se disfrazan de personajes del portal de Belén y cantan un villancico a los papás allí presentes.
Me hizo gracia ver los "Lost in Translation" que han tenido los niños extranjeros de las fotos, porque la verdad es que son cómicos... Estos pequeños errores han sido motivados porque los padres se han sentido confusos y perdidos en un tópico de este país:
Seguro que a nosotros nos pasaría lo mismo si nos mandaran con nuestros niños a otros países, y de echo, creo que puedo decir que estos niños, como muchos otros y sus padres, son un ejemplo del esfuerzo de integración que hacen muchas familias que se desplazan lejos de sus países para empezar una nueva vida.
Pues eso, Feliz Año 2014 a todos.
El caso es que me han llegado un par de fotos de las representaciones que suelen hacer los niños en sus colegios todos los años por Navidad aquí en España.
En ellas, se disfrazan de personajes del portal de Belén y cantan un villancico a los papás allí presentes.
Me hizo gracia ver los "Lost in Translation" que han tenido los niños extranjeros de las fotos, porque la verdad es que son cómicos... Estos pequeños errores han sido motivados porque los padres se han sentido confusos y perdidos en un tópico de este país:
En el caso de la niña del círculo rojo, le dijeron que se tenía que disfrazar de "lavandera" y ella vino disfrazada de "la bandera". También el niño de abajo del chandal del Real Madrid, también de otro país, dijo que venía disfrazado de "Cristiano".
En la siguiente foto, el niño en cuestión viene de China y le dijeron que se disfrazara de rey mago, por lo que vino disfrazado de mago con pajarita, varita y hasta un conejo...
Seguro que a nosotros nos pasaría lo mismo si nos mandaran con nuestros niños a otros países, y de echo, creo que puedo decir que estos niños, como muchos otros y sus padres, son un ejemplo del esfuerzo de integración que hacen muchas familias que se desplazan lejos de sus países para empezar una nueva vida.
Pues eso, Feliz Año 2014 a todos.
sábado, 14 de diciembre de 2013
Contrastes
Hace tan sólo unos días me estaba bañando en el mar, en Ras Kebdana cerca de la frontera de Marruecos con Argelia.
También he paseado por el zoco de Nador (Marruecos) tan saturado de aromas a especias, y me he sentado al sol de la tarde saboreando un té con hierbabuena acompañado de deliciosas pastas morunas, en una tetería a la que siempre voy en la avenida de Mohamed V.
Horas después estaba en Cádiz donde aún parecía verano, y me subí a un tren rumbo a Galicia.
En Madrid, el frío de la noche se notaba sobre la piel, y ya en Santiago de Compostela, envuelta en niebla y lluvia, iba sin paraguas saltando los charcos para no mojar los piés.
Me paré para resguardarme de la lluvia en el mítico "Pepa a Loba" en el casco antiguo de Santiago, donde me tomé un carajillo de coñac como en los viejos tiempos. Ya puede llover y hacer frío que eso pone a andar a un muerto.
Y mientras tomaba ese carajillo, con música folk de fondo, me quedé embobado contemplando la calle vacía desde el cristal mojado de la ventana, pensando en los contrastes de la vida.
Porque en cuestión de horas, he pasado de bañarme en el mar en pleno noviembre, a estar muy abrigado viendo caer tanta agua del cielo que ya no estaba acostumbrado. Porque el aire aquí huele a cocido de invierno y allí a especias, porque el paisaje ha pasado de ser árido y sin arboleda a verde en todos sus tonos con frondosos bosques. Porque el aire ha pasado de seco a húmedo, también el cielo azul se ha tornado gris.
Porque en Marruecos hay dátiles por los caminos y aquí las castañas invaden los arcenes, porque de escuchar música moruna he pasado a escuchar folk y de escuchar hablar en chelja he pasado a escuchar hablar en gallego.
A lo largo de los años y de hacer muchos viajes a distintos sitios, esos contrastes en los que todo es tan distinto, generan una sensación de que sientes como que no eres de ningún lugar y de todos a la vez. Me siento forastero cuando visito mi tierra y también lo soy cuando visito todas las demás.
Y entre sensaciones encontradas entre carajillos y tés morunos, siempre andan por medio mis amigos los antihistamínicos. Porque estos cambios de clima no hay Dios que los aguante.
También he paseado por el zoco de Nador (Marruecos) tan saturado de aromas a especias, y me he sentado al sol de la tarde saboreando un té con hierbabuena acompañado de deliciosas pastas morunas, en una tetería a la que siempre voy en la avenida de Mohamed V.
Horas después estaba en Cádiz donde aún parecía verano, y me subí a un tren rumbo a Galicia.
En Madrid, el frío de la noche se notaba sobre la piel, y ya en Santiago de Compostela, envuelta en niebla y lluvia, iba sin paraguas saltando los charcos para no mojar los piés.
Me paré para resguardarme de la lluvia en el mítico "Pepa a Loba" en el casco antiguo de Santiago, donde me tomé un carajillo de coñac como en los viejos tiempos. Ya puede llover y hacer frío que eso pone a andar a un muerto.
Y mientras tomaba ese carajillo, con música folk de fondo, me quedé embobado contemplando la calle vacía desde el cristal mojado de la ventana, pensando en los contrastes de la vida.
Porque en cuestión de horas, he pasado de bañarme en el mar en pleno noviembre, a estar muy abrigado viendo caer tanta agua del cielo que ya no estaba acostumbrado. Porque el aire aquí huele a cocido de invierno y allí a especias, porque el paisaje ha pasado de ser árido y sin arboleda a verde en todos sus tonos con frondosos bosques. Porque el aire ha pasado de seco a húmedo, también el cielo azul se ha tornado gris.
Porque en Marruecos hay dátiles por los caminos y aquí las castañas invaden los arcenes, porque de escuchar música moruna he pasado a escuchar folk y de escuchar hablar en chelja he pasado a escuchar hablar en gallego.
A lo largo de los años y de hacer muchos viajes a distintos sitios, esos contrastes en los que todo es tan distinto, generan una sensación de que sientes como que no eres de ningún lugar y de todos a la vez. Me siento forastero cuando visito mi tierra y también lo soy cuando visito todas las demás.
Y entre sensaciones encontradas entre carajillos y tés morunos, siempre andan por medio mis amigos los antihistamínicos. Porque estos cambios de clima no hay Dios que los aguante.
Playa Bades en Marruecos. Para mí solito.
Pastas morunas. Increíblemente sabrosas.
Tomando té con un colega en tetería de la Avenida de Mohamed V en Nador.
Campos de Galicia.
Llegada a la aldea natal de mi abuelo.
Ganado en la aldea natal de mi abuelo.
Tiempo de castañas.
"Pepa a loba" en Santiago.
Melancólica Rúa do Franco en Santiago.
Plaza de la Quintana con Puerta Santa.
Catedral de noche.
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