domingo, 30 de marzo de 2014

Tren

"No hay dos viajes iguales, porque no hay dos personas que disfruten de las mismas sensaciones." Eso he escuchado en más de una ocasión.  Por eso cuando me subo a un tren, me quedo embobado contemplando paisajes y gentes a través del cristal.
Sentado,  sintiendo el traqueteo de la velocidad vibrando en la espalda. Parar en estaciones perdidas o en otras abarrotadas de gente. Arrancar de nuevo y sentir acelerar.
Me encanta el tren.
Cuando tengo ansiedad, cuando me agobio, mi brújula que siempre me ha indicado el norte, como si supiera de la pasta de la que estoy hecho, me sugiere: -"en el término medio está la virtud".
Y yo pienso con mi rumbo perdido, que a todos nos vendría bien tener una dosis de eso en los tiempos que corren.
Y es que en el tren da tiempo a pensar para reconducir muchas situaciones que nos complican la vida porque nosotros mismos las complicamos.  Quizás sea por eso que me gusta tanto el tren....

viernes, 21 de marzo de 2014

En pocas palabras

"-Qué país más raro este. La clase obrera no tiene obras, la clase media no tiene medios, y la clase alta no tiene clase"


Escuchado en la radio.

jueves, 20 de marzo de 2014

Equinoccio de primavera




Hoy a las 17:00 hora oficial de España, se ha producido el Equinoccio de primavera en el hemisferio Norte, y por tanto, el de otoño en el hemisferio Sur, dando lugar al comienzo de la primavera por estos lares.
Hoy la eclíptica ha coincidido con el ecuador, y por tanto, el día y la noche duran lo mismo, además de que el sol ha salido y se ha puesto francamente por el Este y Oeste respectivamente.

 Me encantan estas pautas anuales, siempre estoy pendiente de los solsticios y equinoccios y además los celebro a mi manera, como lo han celebrado muchísimas culturas a lo largo de miles de años y que en la actualidad, en el occidente informatizado y tan falto de alma se ha olvidado.

Pero hoy ha sido para mi algo especial. Porque he ido a los restos del poblado celta de "A Subidá" y después a los petroglifos de Mogor. Desde allí he contemplado la puesta de sol del equinoccio de primavera sobre el Océano Atlántico en demora 270º(Oeste).

Siempre que visito los restos de un poblado de la edad de hierro pienso en su forma de vida. Me imagino a los pobladores cazando, pescando o recolectando y pienso en la importancia que tendría para ellos el sol y las estaciones para la siembra, recolección y en definitiva, para poder subsistir.

Pero lo que más me atrae de todo esto son los petroglifos. Nadie tiene claro aún qué son en realidad. Guardan un secreto al igual que Stonehenge. Pero un profesor de matemáticas de Vigo llamado Juan Luis Galovart, ha sacado a la luz la teoría de que los petroglifos son cartas astronómicas talladas en la piedra hace por lo menos 4.000 años. En el caso de los petroglifos de Mogor, ha detectado que indican los equinoccios.
Así que estar ahí, sentado en esa roca que tiene dibujos tallados hace tantos miles de años, contemplando la puesta de sol del equinoccio de primavera, me ha hecho sentir algo especial.

Y por supuesto, a todos los que pasen por aquí les recomiendo la visita.

Os dejo unas fotos del lugar:

Castro de A subidá

Servidor en el castro

 

Petroglifos de Mogor



Dibujos de los petroglifos

Lineas de equinoccio de los últimos 4.000 años

Alineamiento de la sombra de los bastones con los dibujos

Lineas de equinoccios


miércoles, 19 de marzo de 2014

Playa en Invierno

Esta tarde he paseado hasta el atardecer a lo largo de una playa del sur de Galicia.
No había nadie por allí, tan sólo yo y mis pensamientos en aquel bello lugar.
Y mientras dejaba las huellas de mis zapatos en la arena, pensaba en lo distinto que es pasear por la playa en verano que en invierno.

  Es hermoso pasear en verano, en bañador con los pies en el agua, dejando que el sol nos caliente la piel y sintiendo la brisa perfumada por el olor salado del mar, contemplando un rojizo atardecer y sintiendo como a medida que cae la noche la arena se vuelve más fría. Pero también es hermoso pasear por la playa en invierno, con el agua salitrosa impregnándonos la piel que se encarga de enfriar el viento marino, el cielo de color turquesa…atardeciendo…
Se agolpan tantos recuerdos en mi mente....
Recuerdo cuando tenía 12 años, las tardes de domingo en otoño e invierno nos íbamos con las bicicletas por las playas del Pedrido y Miño. Siempre encontraba algún tesoro, alguna concha que la arena había descubierto, caracolas vacías, piedras redondeadas por el paso del tiempo o cristales de colores erosionados por el agua hasta convertirlos en los objetos más preciosos.
Tesoros arrastrados de las profundidades, testimonios de la vida bajo litros de agua salada que yo recogía y guardaba como si de la joya más cara se tratase. La playa en invierno era algo precioso y mágico. Solíamos escribir nuestros nombres en la arena y nombres de chicas envueltos en corazones mientras las olas de la pleamar se ocupaban de borrarlos, o robarlos a las profundidades, como me contaba mi amigo Rober.
Y recuerdo sentir la felicidad, sentado en las rocas con todos esos tesoros metidos dentro de una bolsa de plástico, a los que muchos no darían importancia al verlos tirados en la arena o flotando en el agua, pero que eran nuestros y de nadie más.

Hoy mientras paseaba por la playa, sonreía melancólicamente al acordarme de todo aquello, y de las sensaciones que sentía por entonces, y es que la playa en invierno tiene un encanto diferente.