martes, 15 de junio de 2010

El desajuste del mundo


Por fin he podido sentarme a leer un libro. Llevaba tiempo sin hacerlo, quizás porque suelo hacerlo durante mis largos viajes en tren y últimamente llevaba meses sin viajar.
El libro en cuestión es del libanés Amin Maalouf, uno de los escritores más representativos del mundo árabe, que por cierto, ha ganado el premio Príncipe de Asturias de las letras este año.
Calificarlo se me antoja difícil, más acercándose a un ensayo basado en comentarios personales. Pero si una cosa tengo clara es que este libro es obligatorio tenerlo en nuestra biblioteca. Incluso creo que debería ser obligatorio leerlo por todos los alumnos que estudian actualmente la ESO.
El fundamento que expongo está basado en el criterio de que es importante entender el porqué de todo lo que está aconteciendo en el siglo XXI. Un siglo con grandes desajustes:
El desajuste intelectual, caracterizado por el auge de los nacionalismos identitarios que hacen difícil toda coexistencia armoniosa entre oriente y occidente.
El desajuste económico y financiero, que está arrastrando a todo el planeta a un precipicio que tendrá conconsecuencias imprevistas.
El desajuste climático, resultado de un largo cúmulo de irresponsabilidades...
Ante este panorama, Amin Maalouf se pregunta si la humanidad ha alcanzado el techo de su incompetencia moral y trata de explicarnos cómo se ha llegado a tal situación y cómo se podría salir de ella.
En el libro se aprende mucho sobre el mundo árabe. ¿porqué apareció Sadam Hussein? ¿porqué el ayatola Jomeini derrocó al Sha de Persia? ¿porqué Israel está en el punto de mira de las naciones árabes? ¿qué diferencia hay entre el mundo árabe y el Islam? ¿Porqué hay tantos atentados terroristas del integrismo islámico? ¿qué está pasando en China?
Os recomiendo el libro.

miércoles, 2 de junio de 2010

Lapsus temporal


A veces el silencio se hace a mi alrededor. No sé por qué ocurre, pero pasa. Como si durante un lapsus de tiempo que se hace eterno me quedase sordo y ciego, pero no del todo. El ruido de la ciudad se desvanece y los coches aparecen ausentes en mi retina. El ruido de las motos se torna en canto de pájaros que me obligan a elevar la vista buscándolos entre las frondosas copas de árboles urbanos.
Durante un instante creo que soy el último hombre sobre la tierra y, entonces, el rítmico golpe de unos pasos sobre el suelo, me traen a la realidad. Alguien anda tras de mí y me vuelvo con la esperanza vana de encontrar un rostro amigo, pero lo que veo es una piña golpeando el suelo y rebotando contra el acerado vacío.

Y, de pronto, todo vuelve a la normalidad. Los autobuses chirrían sobre los adoquines, la música escapa por la ventana de los coches mientras desesperados conductores blasfeman deseando llegar a casa. Y me descubro rodeado de personas que me miran extrañado, tal vez por haberme detenido en la acera sin más razón que el vacio que creo percibir.