viernes, 24 de febrero de 2012

El tesoro

Estoy contemplando las noticias del retorno a España del tesoro del pecio "Nuestra Señora de las Mercedes",  la fragata de la Armada Española hundida en 1804 por los ingleses frente a las costas de Portugal.
En total 594.000 monedas de oro y plata acuñadas en Perú.
 Y pienso en la de días que echamos trabajando en este caso, día y noche vigilando los movimientos en la bahía de Algeciras del Odissey Explorer, mientras el dichoso barco, como si supiese nuestras intenciones,  no se movía de la roca de Gibraltar por miedo a que se le diera caza cuando saliera a aguas españolas.
 Ahora el trabajo de todos los que han participado en esta empresa ha dado su fruto y el tesoro regresa a casa 200 años más tarde.
Enhorabuena a todos los que han participado en recuperar un trocito de nuestra historia, y  si os parece bien, creo que habría que hacer algo  para que parte de él se vaya a latinoamérica, porque este tesoro se hundió en el mar en una época en la que los dos éramos uno.

lunes, 13 de febrero de 2012

Frío siberiano

Me hace mucha gracia esto del cambio climático. Y no porque no se esté produciendo, sino porque cada vez que hace frío en invierno o calor en verano decimos “Eso va a ser el cambio climático”.
España está sumida en una ola de frío siberiano. Y ¡pardiez! realmente lo hace. Os lo digo yo que no suelo tenerlo.
Pero no más que otras veces. Recuerdo cuando era un tierno infante e iba al colegio. Un colegio enorme, inmenso como sólo pueden serlo los centros elitistas –ya sabéis, yo fui un niño bien- y, en días de frío, con mi amigo Alber y Pablo Lata, salíamos corriendo al patio del recreo en busca de los charcos que se formaban en el patio de bolas.
 Pues allí, en aquel rectángulo de arena que se anegaba con solo dos gotas, íbamos con nuestras botas de agua o sin ellas. Con la firme intención de ser los primeros en cruzar el gran charco corriendo, rompiendo con nuestras pequeñas pisadas la fina capa de hielo que lo cubría cada mañana cuando hacía mucho frío. Acabando con nuestros pies helados y mojados en el agua congelada de aquel charco enorme.
Así que, que queréis que os diga, cuando alguien me dice que hace frío por culpa del cambio climático, yo recuerdo aquellas mañanas de invierno con una leve sonrisa. Casi convencido de que este frío no es culpa del cambio climático, sino de lo olvidadizos que somos en estas latitudes con los cambios de temperatura.