
Al rato vino una mujer mora con la bandeja de pastas y la tetera humeante.
Como es tradición, una vez servido el primer vaso, lo vuelve a echar dentro de la tetera.
Yo la miro y ella me dice:
-Aquí decimos que el primer vaso es suave como la vida, el segundo es dulce como el amor y el tercero es amargo como la muerte.
Y no sé si fueron sus palabras dentro de mi cabeza, o ese aroma que desprendía. Pero tras tomarme los tres vasos, me sentí reconfortado.