
Este pasaje es de la colección Austral nº 207:
- El miércoles 28 de noviembre desembocamos del estrecho para entrar en el gran mar, al que enseguida llamamos mar Pacífico, en el cual navegamos durante tres meses y veinte días sin probar ningún alimento fresco. Mala alimentación en el mar Pacífico: La galleta que comíamos no era ya pan, sino un polvo mezclado con gusanos, que habían deborado toda la sustancia, y que tenía un hedor insoportable por estar empapado en orines de rata. El agua que nos veíamos obligados a beber era igualmente pútrida y hedionda. Para no morir de hambre llegamos al terrible trance de comer pedazos del cuero con que se había recubierto el palo mayor para impedir que la madera rozase las cuerdas. Este cuero, siempre expuesto al agua, al sol y a los vientos, estaba tan duro que había que remojarlo en la mar durante cuatro o cinco días para ablandarlo un poco, y en seguida lo cocíamos y lo comíamos.
Penuria extrema: Frecuentemente quedó reducida nuestra alimentación a serrín de madera como única comida, pues hasta las ratas, tan repugnantes al hombre, llegaron a ser un manjar tan caro, que se pagaba cada una a medio ducado...
1 comentario:
Todo ésto te hace valorar mucho más las cosas y a no poner mala cara cuando una comida nos gusta un poquito menos. En mi caso, desde que visité la India, me parece todo más apetitoso y rico. ¡¡Qué cruel es el hambre!!...
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