jueves, 28 de julio de 2011

Rex Mundi

Vivir en una zona turística tiene sus pros y sus contras, pero un servidor debe de armarse de paciencia con el turista que se cree el rey del mundo. Acaba de llegar de su lugar de origen y ha descubierto que, como rey del mundo que es, está por encima del bien y del mal. Si el refrán dice “allá donde fueres haz lo que vieres” él lo ha transformado en “allá donde fueres haz lo contrario a lo que hicieres” y lo lleva a rajatabla. Las normas de seguridad vial no hacen referencia a él: ni los stops, ni los semáforos, ni la dirección prohibida. Por supuesto, tampoco las prohibiciones de aparcamiento: cualquier acera e incluso calle y carretera es el lugar perfecto para dejar el automóvil real.
Además, está un extracto social por encima del “indígena” -¡más de uno! Él es el rey del mundo- así que las colas no son para él sino para los pobres mortales que no se van de vacaciones.
El Rey del Mundo tiene derecho a ignorar cualquier cola y nadie puede llevarle la contraria, para eso “está dejando su dinero” en la localidad del indígena. Y si contrariado por el ejercicio de sus privilegios reales, el indígena osa hacérselo notar, el rey tiene todo el derecho de mostrar su educación y mostrar indignación ante tamaña tropelía ¿quién se cree el indígena para decirle qué o cómo de hacer las cosas?
El Rey del Mundo tiene, además, dos peculiaridades: su educación es inversamente proporcional a su status vacacional y, en segundo lugar, éste –el estatus- desaparece de forma insospechada al volver a su lugar de origen.

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