sábado, 14 de diciembre de 2013

Contrastes

Hace tan sólo unos días me estaba bañando en el mar, en Ras Kebdana cerca de la frontera de Marruecos con Argelia.
También he paseado por el zoco de Nador (Marruecos) tan saturado de aromas a especias, y me he sentado al sol de la tarde saboreando un té con hierbabuena acompañado de deliciosas pastas morunas, en una tetería a la que siempre voy en la avenida de Mohamed V.
Horas después estaba en Cádiz donde aún parecía verano, y me subí a un tren rumbo a Galicia.
En Madrid, el frío de la noche se notaba sobre la piel, y ya en Santiago de Compostela, envuelta en niebla y lluvia, iba sin paraguas saltando los charcos para no mojar los piés.

Me paré para resguardarme de la lluvia en el mítico "Pepa a Loba" en el casco antiguo de Santiago, donde me tomé un carajillo de coñac como en los viejos tiempos. Ya puede llover y hacer frío que eso pone a andar a un muerto.
Y mientras tomaba ese carajillo, con música folk de fondo, me quedé embobado contemplando la calle vacía desde el cristal mojado de la ventana, pensando en los contrastes de la vida.

Porque en cuestión de horas,  he pasado de bañarme en el mar en pleno noviembre, a estar muy abrigado viendo caer tanta agua del cielo que ya no estaba acostumbrado. Porque el aire aquí huele a cocido de invierno y allí a especias, porque el paisaje ha pasado de ser árido y sin arboleda a verde en todos sus tonos con frondosos bosques. Porque el aire ha pasado de seco a húmedo, también el cielo azul se ha tornado gris.
Porque en Marruecos hay dátiles por los caminos y aquí las castañas invaden los arcenes, porque de escuchar música moruna he pasado a escuchar folk y de escuchar hablar en chelja he pasado a escuchar hablar en gallego.

A lo largo de los años y de hacer muchos viajes a distintos sitios, esos contrastes en los que todo es tan distinto, generan una sensación de que sientes como que no eres de ningún lugar y de todos a la vez. Me siento forastero cuando visito mi tierra y también lo soy cuando visito todas las demás.

Y entre sensaciones encontradas entre carajillos y tés morunos,  siempre andan por medio mis amigos los antihistamínicos. Porque estos cambios de clima no hay Dios que los aguante.


Playa Bades en Marruecos. Para mí solito.

Pastas morunas. Increíblemente sabrosas.

Tomando té con un colega en tetería de la Avenida de Mohamed V en Nador.



Campos de Galicia.
 Llegada a la aldea natal de mi abuelo.
Ganado en la aldea natal de mi abuelo.

Tiempo de castañas.




 "Pepa a loba" en Santiago.






Melancólica Rúa do Franco en Santiago.


Plaza de la Quintana con Puerta Santa.




Catedral de noche.


3 comentarios:

Miguel Angel dijo...

Me encanta esta entrada Miguel. La vida nos ofrece estos contrastes. Podemos estar en cama por ejemplo un día, inmovilizados, es decir, sin ir a nunguna parte, o por el contrario,podemos estar en sitios distintos separados por miles de km.. Así es y no hay otra.

Miguel Angel dijo...

La vida nos da estos contrastes Miguel: Podemos estar un dia sin movernos de nuestro entorno, como otro día podemos estar a 8.000 km de él. Sol, lluvia Sol, calor, frío, calor. Pero eso sí, unas pastas morunas que sacan el hipo. Y para digerirlas una infusión moruna de las que toma Mohamed VI y quedas como para echar una siesta mexicana apoyado en una esquina con gorro y todo. Un abrazo.

AMALIA dijo...

Son curiosos esos contrastes que te hacen pasar del frio al calor en cuestión de minutos. O de tomarte unas pastas morunas a unos churritos.

Seguramente ahí está el encanto. En conocer nuevos paisajes, nuevos sabores, nuevas experiencias...

La vida es una cajita de sorpresas.

Besitos!!