lunes, 29 de junio de 2009

Noches de verano


Me gustan las noches de verano. La humedad cayendo entre los árboles y, casi sin querer, evoco las noches de acampada sentados sobre una hoguera. Escuchando a Juan Trueno contar historias sobre la Santa Compaña o los Lobishomes y a Oscar con la guitarra de fondo tocando las canciones del grupo. Hablando en voz baja de las chicas que nos gustaban. Tirados sobre la hierba mirando las estrellas. Noches de risas donde el vino casero nos alegraba el alma y las barbacoas nunca faltaban. Noches que hoy se considerarían infantiles y que para nosotros eran un paréntesis quitado al tiempo.
Noches de verano que jamás podré olvidar. En la playa o en el bosque junto a la hoguera que entonces aún podíamos encender. Mirando al firmamento buscando estrellas fugaces mientras nos bañábamos a la luz de la luna. Noches donde nos reíamos de nosotros mismos, recordando las escenas más cómicas del año y los ridículos más espantosos en los que habíamos participado. Noches en las que nos quedábamos contemplando en silencio la danza de las llamas de la hoguera sintiendo cómo nos producía un efecto hipnótico.
Noches de verano que poco a poco tornaron a Santa Cristina y el Orzán y cambiaron para siempre, dejando atrás esa esencia mágica. Que ocultaron las estrellas bajo el techo y los focos de los pubs y las discotecas. Que silenció nuestras historias por el sonido de la música a todo volumen.
Y sueño con estrellas, con cielos limpios, con verde hierba llenándose de cáscaras de pipas. Con amigos y risas. Con una adolescencia que ya no existe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me acuerdo del Monte Aloia, de las charlas nocturnas que tuvimos en medio de la carretera y de aquella noche que pasamos debajo de un andamio en el Pindo por que se nos había inundado la tienda de campaña. Nunca se debería perder esa ilusión y hervor de la adolescencia, esas ganas de vivir y de cambiar el mundo, pero de alguna forma el sistema te obliga a convertirte en un hombre hecho y derecho, lleno de obligaciones y responsabilidades, y de repente un día descubres que en lugar de corazón tienes una patata. Pues a mi me sigue dando ilusión acampar en un monte perdido y hacerme para cenar un bocata de chorizo comprado en algún pueblito de montaña y dar unos tragos al licor de café mientras alguien habla de algún tema esotérico relacionado con la sábana santa... :)